CONCURSO LITERARIO JUAN J. GARCIA CARBONELL SOBRE “LA NAVAJA” AÑO 2014
Aquí puedes leer los trabajos premiados del XXV Concurso Literario Juan José García Carbonell sobre la navaja.
Premiado en la categoría de verso, Padre en un Tiempo de Navajas, con el lema Martín de Arraz, del autor Amando García Nuño, de Madrid.
PADRE EN UN TIEMPO DE NAVAJAS
Alguien ha entrado en la memoria blanca
(Gamoneda)
A modo de prólogo
Las horas donde
todo vuelve a empezar:
mi padre, en la cocina,
mira la chaira,
como si acariciara
las cachas de la vida
Los domingos de invierno, por la tarde,
mi padre se sentaba en la cocina
con la vida a su lado,
sacaba del bolsillo los proyectos
y una vieja navaja
con el mango marrón y jubiloso,
en silencio extraía
aquella infinitud de un tiempo alegre,
la hoja de un futuro
acariciando el dorso de sus manos,
silbando, la afilaba
contra aquel pedernal, algunas veces
se encendía de chispas su mirada,
yo le espiaba hacer desde el pasillo,
en la penumbra a rayas de mi infancia,
no había cole, y en la radio
atronaba de goles la rutina
y la huella abortada del silencio.
A modo de intermedio
Sobre el mantel
la hogaza, un corte limpio
de chaira, levedad
que todo lo afirmaba:
las migas en presente
cuando vivir hería
Mi padre, unos años después,
rebañaba un currusco a las hogazas
como intentando hallar
el perfil interior de su existencia,
miraba con asombro la rodaja,
aquel limpio fragmento
escindido del rosco de la vida,
un pedazo de pan, como un velado
sueño que restañara
heridas sobre aquel hule de tela,
y yo, desde el pasillo,
espiando su hacer entre la sombra,
siempre juntos, actores
del presente afirmado en la navaja,
tenues figuras como rebanadas
que se saben testigos de la historia.
A modo de epílogo
Niebla en la casa
y escarcha en la memoria:
el tiempo en que mi padre
sentía un filo
helado de navajas
al acecho del sueño
Han pasado los años, y recuerdo
-en un tiempo pasado o subjuntivo-
aquel perol de gachas
que rebañaba a punta de navaja,
él ya no está, y de entre su memoria
solo queda este filo
de ausencias, que él no comprendería,
es posible que nunca comprendiera,
que lo ignorase todo
del niño que observaba en el pasillo
cómo se rebanaba la esperanza
a sabiendas de que era un juego inútil,
pero rebusco, a veces, en la caja
donde guardo retazos
que enmarcaron alguna vez su vida,
aquella navajilla tiene ahora
mellado el mango, y su acero
muestra el perfil de la desolación,
la observo, entre mis dedos,
al abrigo, otra vez, de la penumbra,
asomado de nuevo
al gozo inoxidable de esa vida
que mi padre afilaba en otro tiempo.
Amando García Nuño
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