Trabajos galardonados, XXIX Concurso Literario sobre «la navaja», Juan José García Carbonell, 2018
1º Premio Verso. PARA CORTAR EL ODIO…MI NAVAJA
Lema.-Flamante filo
Autor: Santiago Romero de Ávila y García-Abadillo
Era tan puro aquello, tan sublime,
eran los castos años de la infancia,
cuando en las lentas tardes del verano,
con impaciencia, a punta de navaja,
en un jardín grabé las iniciales
de la inocente niña a la que amaba.
Llegaba julio con la siesta ardiente,
el corazón quemándose en la parva,
y en los guijarros rojos de las eras,
para trillar la mies de la esperanza,
yo iba cortando aspérrimas soguillas
con la ansiedad febril de mi navaja.
Cuando la sangre alzaba el Padrenuestro
bajo la tibia luz de la alborada,
sobre el rastrojo seco y amarillo
yo iba cortando vástagos de albahaca
y un centenar de augustas amapolas
con la sutil piedad de mi navaja.
Cuando en la verde soledad del parque
sermoneaba terca la cigarra
y en el brocal cilíndrico del pozo
encastillaba el mirlo su atalaya,
en un rosal ardiente de hermosura
corté una rosa tersa y encarnada,
pero con tibio amor, con mansedumbre,
sin desprenderle, apenas, la fragancia,
y se quedó el vergel casi desnudo
mientras lloraba a jarros mi navaja.
Cuando el otoño izaba la vendimia
entre un rumor de cánticos y pámpanas
era septiembre un terco traqueteo
y un arrebol de cándidas muchachas
que acariciaban pálidos racimos
con un temblor de cálidas navajas.
Desde el majano, henchida de ternura,
quiso iniciar el vuelo la calandria
y se quedó su impulso aprisionado
en un cardal de espinas y hojarasca,
hasta que, al alba, en amoroso trino,
solicitó el candor de mi navaja.
Ahora que crece el miedo en los canchales
y que camina la pasión descalza,
ahora que cunde el desamor y el llanto
y la dulzura muere y se amortaja,
ahora que aumentan lágrimas y penas
y la soberbia entona su plegaria,
hay que cortar de un tajo, limpiamente,
todo el dolor que anida entre las zarzas,
y desgarrar la piel al desaliento
con la ebriedad viril de la navaja.
Cuando en agosto la nerviosa hormiga
busque impaciente un grano de cebada,
o en el barbecho el verderón mendigue
mañana y tarde su ración liviana,
tengo que hacer la ingratitud añicos
y desmigar mi gigantesca hogaza,
y que se sacien todas las alondras
mientras tirita ardiente mi navaja.
Hay que cortar el cardenchal salobre,
estrangular la envidia rutinaria,
resquebrajarle al beso los abrojos
y amordazar el odio que nos ladra.
Para partir el pan, el pan bendito,
y repartirlo en justas rebanadas,
en una aurora de pasión y júbilo
quiero tener a mano mi navaja.
Fotografía: Juan Lorenzo Collado